Principales problemas medio ambientales
Las perspectivas de futuro en relación al medio ambiente siguen siendo inciertas. A pesar de los cambios económicos y políticos, aún se mantiene un importante interés y preocupación por el medio ambiente. Aunque se ha mejorado la calidad del aire, aún persisten desafíos por resolver, como la lluvia ácida, los clorofluorocarbonos, la pérdida de ozono y la alta contaminación atmosférica en el este de Europa, los cuales requieren una acción coordinada.
Indice de Contenido
Introducción
Mientras la lluvia ácida no disminuya, los lagos y ríos seguirán experimentando una pérdida de vida y el crecimiento de los bosques podría verse afectado. El problema de la contaminación del agua continuará mientras el crecimiento demográfico ejerza presión sobre el medio ambiente. La infiltración de residuos tóxicos en los acuíferos subterráneos y la intrusión de agua salada en los acuíferos costeros de agua dulce no ha cesado.
El agotamiento de los acuíferos en diversas partes del mundo y la creciente demanda de agua generarán conflictos entre los usos agrícolas, industriales y domésticos. La escasez resultante impondrá restricciones en el consumo de agua y aumentará su costo. El agua podría convertirse en la crisis energética del siglo XXI.
La sobreexplotación y la contaminación de fuentes de agua dulce y costeras han diezmado los recursos pesqueros al punto de que se requeriría suspender la pesca de cinco a diez años para permitir la recuperación de las especies. Sin esfuerzos coordinados para proteger hábitats y reducir la caza furtiva y el tráfico ilegal de especies, muchas de ellas están en peligro de extinción.
A pesar de nuestros conocimientos sobre cómo mitigar la erosión del suelo, sigue siendo un problema global, en parte debido a la falta de interés de agrónomos y urbanistas en controlarla. Por último, la destrucción de tierras vírgenes, tanto en regiones templadas como tropicales, podría resultar en una extinción masiva de especies vegetales y animales.
Dióxido de carbono
El uso de combustibles fósiles ha tenido un impacto notable en el medio ambiente terrestre, manifestándose en un aumento en la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Durante siglos, la cantidad de CO2 atmosférico se mantuvo estable, pero desde 1750 ha experimentado un aumento de aproximadamente el 30%.
Este cambio es significativo debido a su capacidad para desencadenar el efecto invernadero, que puede resultar en un aumento de la temperatura global de la Tierra. El dióxido de carbono atmosférico actúa como una barrera para la radiación de onda larga, impidiendo su escape hacia el espacio exterior. Como resultado, se retiene más calor y la temperatura de la Tierra se incrementa.
El medio ambiente sufriría graves consecuencias en caso de experimentar un calentamiento global significativo en la atmósfera. Este fenómeno aceleraría la fusión de los casquetes polares, lo cual resultaría en un aumento del nivel del mar. Además, provocaría cambios en el clima a nivel regional y global, alteraría la vegetación natural y afectaría la producción de cultivos. Estos cambios tendrían un impacto masivo en la civilización humana. Durante el siglo XX, la temperatura promedio del planeta aumentó en 0,6 ºC, y los científicos predicen que la temperatura media de la Tierra aumentará entre 1,4 y 5,8 ºC entre 1990 y 2100.
Acidificación
El uso de combustibles fósiles también está vinculado a la acidificación del medio ambiente. Este fenómeno se origina a partir de la emisión de dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno por las centrales térmicas y los escapes de los vehículos. Estos productos químicos interactúan con la luz solar, la humedad y los oxidantes, generando ácido sulfúrico y nítrico. Estos compuestos son transportados por la circulación atmosférica y se depositan en la superficie terrestre a través de la lluvia y la nieve, conocida como lluvia ácida. También pueden manifestarse en forma de depósitos secos, partículas y gases atmosféricos.
La lluvia ácida representa una importante preocupación a nivel global. En algunas áreas del norte de Estados Unidos y Europa, la acidez de las precipitaciones es comparable a la del vinagre. Este fenómeno tiene efectos perjudiciales en diversos aspectos. Por un lado, corroe los metales y desgasta los edificios y monumentos construidos en piedra. Además, provoca daños y muerte en la vegetación, así como la acidificación de lagos, ríos y suelos, especialmente en ciertas regiones del noreste de Estados Unidos y el norte de Europa. En estas áreas, la acidificación ha llevado a la extinción de poblaciones de peces en los lagos. Actualmente, también es un problema en el sureste de Estados Unidos y en la región central del norte de África. Además, la lluvia ácida puede afectar el crecimiento de los bosques, contribuyendo a su declive en altitudes elevadas tanto en Estados Unidos como en Europa.
Destrucción de la capa de ozono
Durante las décadas de 1970 y 1980, se hizo evidente para los científicos que la actividad humana estaba teniendo un impacto negativo en la capa de ozono, una parte crucial de la atmósfera que protege a nuestro planeta de los dañinos rayos ultravioleta. Sin esta capa gaseosa, la vida tal como la conocemos sería imposible. Los estudios revelaron que el creciente uso de clorofluorocarbonos (CFC), compuestos de flúor presentes en refrigeradores, acondicionadores de aire, productos de limpieza, envases y aerosoles, estaba afectando la capa de ozono. El cloro, un subproducto químico de los CFC, reacciona con el ozono, compuesto por tres átomos de oxígeno, robándole uno de ellos para formar monóxido de cloro. A su vez, este monóxido de cloro reacciona con átomos de oxígeno para formar moléculas de oxígeno, liberando moléculas de cloro que continúan descomponiendo más moléculas de ozono.
Inicialmente se creía que la reducción de la capa de ozono era uniforme en todo el mundo. Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron en 1985 la existencia de un enorme agujero sobre la Antártida, donde más del 50% del ozono desaparecía estacionalmente. En 2003, el agujero de la capa de ozono en el Polo Sur alcanzó su tamaño máximo, cubriendo aproximadamente 28 millones de kilómetros cuadrados. El debilitamiento de la capa de ozono expone a la vida en la Tierra a una cantidad excesiva de radiación ultravioleta, que puede causar cáncer de piel, cataratas, debilitar el sistema inmunológico, interferir en la fotosíntesis de las plantas y afectar el crecimiento del fitoplancton en los océanos. Debido a la creciente preocupación por estos efectos dañinos en el medio ambiente, muchos países están trabajando juntos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los CFC pueden permanecer en la atmósfera durante más de 100 años, lo que significa que la degradación de la capa de ozono continuará durante décadas.
Hidrocarburos clorados
El uso generalizado de pesticidas sintéticos derivados de hidrocarburos clorados para el control de plagas ha tenido graves consecuencias ambientales. Estos pesticidas organoclorados son altamente persistentes y no se degradan fácilmente de forma biológica. Además, tienen una baja solubilidad en agua y se adhieren a los tejidos de las plantas, acumulándose en los suelos, los lechos de los ríos y lagos, y también en la atmósfera. Una vez que se evaporan, estos pesticidas se dispersan por todo el mundo, contaminando áreas silvestres ubicadas a grandes distancias de las zonas agrícolas, e incluso llegando a regiones árticas y antárticas.
Los pesticidas sintéticos, como los hidrocarburos clorados y los bifenilos policlorados (PCB), han tenido efectos perjudiciales en el medio ambiente y la vida silvestre. Estos pesticidas se acumulan en la cadena alimentaria, afectando especialmente a las aves depredadoras y a los organismos acuáticos.
El adelgazamiento de las cáscaras de los huevos de las aves ha llevado a la disminución de su reproducción y al borde de la extinción de algunas especies. Aunque se está reduciendo su uso en el mundo occidental debido a su peligrosidad, siguen siendo utilizados en países en desarrollo.
Además, se ha prohibido el uso de compuestos como el EDB por su potencial carcinogénico. Los PCB, utilizados en la producción industrial, también han tenido un impacto similar en humanos y vida silvestre, por lo que su uso se ha restringido. Por otro lado, las dioxinas, como el TCDD, son compuestos altamente tóxicos que se encuentran en conservantes para la madera, papel y herbicidas, como el agente naranja. Aunque su toxicidad para los seres humanos no ha sido completamente comprobada, representan un riesgo.
Otras sustancias tóxicas
Las sustancias tóxicas son compuestos químicos que representan un riesgo inaceptable para la salud humana y el medio ambiente en todas las etapas de su ciclo de vida. Estos compuestos, en su mayoría sintéticos, tienen la capacidad de penetrar en el medio ambiente y persistir durante largos períodos de tiempo. La acumulación de sustancias tóxicas en vertederos químicos puede filtrarse en el suelo y el agua, contaminando fuentes de agua, aire, cultivos y animales.
Estas sustancias se han relacionado con defectos congénitos, abortos y enfermedades en los seres humanos. A pesar de ser conscientes de estos riesgos, el problema sigue sin resolverse. En los últimos quince años, se han creado más de cuatro millones de nuevos productos químicos sintéticos, y se siguen desarrollando entre 500 y 1,000 productos nuevos cada año.
Radiación
A pesar de la prohibición de las pruebas nucleares atmosféricas, que ha eliminado una importante fuente de contaminación radiactiva, la radiación nuclear continúa siendo un desafío ambiental. Aunque las centrales nucleares liberan pequeñas cantidades de residuos radiactivos en el agua y la atmósfera de forma constante, el verdadero riesgo radica en los accidentes nucleares, que pueden liberar grandes cantidades de radiación al medio ambiente, como sucedió en Chernóbil, Ucrania, en 1986. Sin embargo, el mayor desafío para la industria nuclear es el almacenamiento de los residuos nucleares, que mantienen su toxicidad durante períodos de 700 a 1 millón de años. El almacenamiento seguro a largo plazo plantea serias dificultades y, mientras tanto, los residuos radiactivos siguen acumulándose, representando una amenaza para la integridad del medio ambiente.
Pérdida de tierras vírgenes
Un número creciente de personas está ocupando las últimas áreas vírgenes, incluso aquellas consideradas relativamente seguras. La demanda insaciable de energía ha llevado a la explotación de gas y petróleo en las regiones árticas, poniendo en peligro el equilibrio ecológico de los ecosistemas de tundra y su vida silvestre. Los bosques tropicales, especialmente en el Sureste asiático y en la Amazonia, están siendo destruidos a un ritmo alarmante para obtener madera, hacer espacio para pastos, cultivos y asentamientos humanos. En la década de 1980, se estimaba que se perdían 20 hectáreas de bosque por minuto, y se destruían más de 200,000 km2 al año.
En 1993, los datos satelitales revelaron una tasa de deforestación de casi 15,000 km2 al año solo en la cuenca amazónica. Esta deforestación podría llevar a la extinción de hasta 750,000 especies, causando la pérdida de diversos productos esenciales como alimentos, fibras, medicamentos, tintes, gomas y resinas. Además, la expansión de tierras de cultivo y pastoreo en África, junto con el comercio ilegal de especies amenazadas y productos animales, podría significar la desaparición de los grandes mamíferos africanos.
Erosión del suelo
La acelerada erosión del suelo está causando la degradación de aproximadamente 2,000 millones de hectáreas de tierras de cultivo y pastoreo en todos los continentes, lo que representa una seria amenaza para la seguridad alimentaria mundial. Cada año, la erosión del suelo y otras formas de degradación de la tierra resultan en la pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables.
En el Tercer Mundo, la necesidad creciente de alimentos y combustible ha llevado a la deforestación y al cultivo en laderas pronunciadas, lo que ha exacerbado la erosión del suelo. Además, la industria, los pantanos, la expansión urbana y las carreteras están causando la pérdida de tierras de cultivo de alta calidad. La erosión del suelo y la pérdida de tierras de cultivo y bosques también reducen la capacidad de retención de humedad de los suelos y aumentan la sedimentación en ríos, lagos y embalses.
Demanda de agua y aire
La erosión del suelo agrava el problema mundial del suministro de agua, especialmente en regiones semiáridas y costeras. El aumento de la población demanda más agua para la irrigación y la industria, agotando los acuíferos subterráneos y provocando intrusión de agua salada en áreas costeras. Grandes ciudades como Nueva Delhi y Ciudad de México se ven obligadas a extraer agua de fuentes cada vez más distantes. Además, la compactación de rocas y sedimentos por la pérdida de agua causa hundimientos en áreas interiores, como en Texas, Florida y California.
La calidad y disponibilidad del agua también disminuyen a nivel mundial. En el año 2000, 508 millones de personas en 31 países enfrentaban escasez de agua, y aproximadamente 1,100 millones de personas carecían de acceso a agua no contaminada. Las reservas de agua en muchas regiones están contaminadas con sustancias químicas tóxicas y nitratos. Las enfermedades transmitidas por el agua afectan a una tercera parte de la población mundial y causan 10 millones de muertes al año.
Aunque algunos países industrializados han mejorado la calidad del aire al reducir partículas en suspensión y productos químicos tóxicos como el plomo, las emisiones de dióxido de azufre y óxidos nitrosos, precursores de la lluvia ácida, siguen siendo significativas.