¿Qué es el calentamiento global y cuáles son las causas?
Se trata de una serie de modificaciones en las condiciones climáticas terrestres que pueden impactar todos los indicadores atmosféricos, como el régimen pluvial, el termómetro, la cantidad de nubes y otros elementos. Es importante destacar que el clima siempre ha sido dinámico, y a lo largo de la evolución del planeta se han suscitado distintas transformaciones climáticas derivadas de factores naturales.
Indice de Contenido
Introducción
En muchas oportunidades se emplea, de manera impropia, el término cambio climático como equivalente al calentamiento global, que se define como el aumento de la temperatura promedio de la atmósfera terrestre, mares y tierras (islas y continentes). Los especialistas estiman que la Tierra afronta en estos tiempos un periodo de elevación térmica veloz, achacado a las actividades humanas, ocasionado por el crecimiento en la atmósfera de los niveles de gases que retienen el calor, denominados gases de efecto invernadero o gases invernadero.
Los gases invernadero retienen la energía radiante (calor) suministrada por el Sol a la Tierra en un proceso conocido como efecto invernadero. Estos gases surgen de forma natural y sin ellos el planeta sería extremadamente frío para sostener vida como la que conocemos. No obstante, a partir del inicio de la Revolución Industrial hacia mediados del siglo XVIII, las acciones humanas han incorporado más y más gases de este tipo a la atmósfera.
Por ejemplo, las concentraciones de dióxido de carbono, un gas invernadero de gran poder, han aumentado de forma significativa desde 1750, principalmente por el uso de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural. A raíz de la presencia de una cantidad superior de gases invernadero, la atmósfera se convierte en un escudo más denso que capta más calor.
Calentamiento Global en el pasado
Desde su creación hace unos 4.650 millones de años, la Tierra ha sufrido variaciones térmicas numerosas veces. Las modificaciones climáticas a nivel global estuvieron condicionadas por muchos factores, como las erupciones volcánicas masivas que aumentaron el dióxido de carbono en la atmósfera, las alteraciones en la intensidad de la energía radiada por el Sol y los cambios en la posición de la Tierra respecto al Sol, tanto en su trayectoria orbital como en la inclinación de su eje de rotación.
Las oscilaciones orbitales de la Tierra, denominadas ciclos de Milankovitch, se amalgaman para generar alteraciones periódicas en el clima global. Se supone que dichas fluctuaciones son responsables de los sucesivos desplazamientos y retrocesos de los glaciares y placas de hielo durante el pleistoceno, época en la que el planeta experimentó patrones regulares de periodos glaciares más gélidos (asimismo identificados como edades de hielo) y periodos interglaciares más cálidos. Los intervalos entre periodos glaciales se situaban en torno a los 100.000 años.
Hace diez mil años, se inició un ciclo cálido tras el fin de la última época glacial. Antes de ese periodo, ocurrió uno semejante hace unos 125.000 años. Durante las fases cálidas, los gases de efecto invernadero, tales como el metano y el dióxido de carbono, se incrementaron de manera natural en la atmósfera a causa del desarrollo de la vida animal y vegetal. No obstante, desde el año 1750, estos gases han experimentado un alarmante aumento, alcanzando niveles inauditos, debido al rápido crecimiento de la población humana y el progreso de la tecnología y la agricultura. En la actualidad, las actividades antropogénicas son un factor primordial que incide en la dinámica climática terrestre.
La masa de hielo localizada en las zonas polares ofrece valiosa información acerca de la composición de la antigua atmósfera terrestre. Los expertos analizan los núcleos de hielo provenientes de las láminas de hielo en Groenlandia y la Antártida para determinar los niveles de temperatura y los gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera hace varios cientos de miles de años. Las capas de hielo dentro de cada núcleo, que se formaron a través de las nevadas estacionales, proporcionan la datación de cada estrato. Los científicos investigan las burbujas diminutas atrapadas en el hielo y las características propias del hielo para determinar la temperatura y la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera de la Tierra en el momento de la formación de cada capa. A partir de estos registros, se sabe que los gases de efecto invernadero han alcanzado niveles sin precedentes en los últimos 650.000 años.
Las temperaturas y los gases de efecto invernadero están en constante aumento. Antes de finales del siglo XIX, la temperatura promedio de la Tierra era de alrededor de 15 grados Celsius. Durante los últimos cien años, la temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado en torno a 0,7 grados Celsius, con un ascenso más acelerado desde los años 70. Este incremento se ha relacionado con una serie de cambios globales, como la fusión de glaciares y hielo polar, el incremento del nivel del mar, las sequías más graves y prolongadas, las tormentas más violentas, las olas de calor más habituales y las alteraciones de los ciclos vitales de muchas especies animales y vegetales. El Ártico ha sido la región más afectada, con un aumento de temperatura que incluso ha llegado a duplicar la media global.
Calentamiento Global desde el siglo XIX hasta nuestras fechas
Desde hace más de un siglo los científicos han advertido que el uso de combustibles fósiles podría alterar la composición de la atmósfera y causar un incremento de la temperatura media global. En 1957, expertos del programa de investigación global llamado Año Geofísico Internacional confirmaron la primera parte de esta hipótesis al analizar la atmósfera sobre el volcán hawaiano Mauna Loa y descubrir que la concentración de dióxido de carbono estaba en aumento. Desde entonces, se ha llevado un seguimiento exhaustivo de la composición de la atmósfera y los datos registrados confirman de manera concluyente que las concentraciones de gases de efecto invernadero están creciendo.
La determinación del calentamiento global, es decir, el comportamiento de la temperatura media a largo plazo, es un proceso complicado. Esto se debe a que las temperaturas cambian significativamente en diferentes momentos y lugares, y una tendencia de calentamiento local podría ser simplemente el resultado de la variabilidad natural del clima. No obstante, los registros de los parámetros climáticos recopilados a lo largo de varios años en diferentes partes del mundo, han permitido a los expertos detectar una tendencia al calentamiento global por encima de las fluctuaciones que podrían deberse al azar.
Desde finales del siglo XIX, se han llevado a cabo registros que indican una tendencia al aumento de la temperatura, aunque estos datos son incompletos y poco fiables. Sin embargo, a partir de 1975 se han llevado a cabo mediciones más precisas en estaciones climáticas más alejadas de las ciudades y, desde 1979, también se han realizado mediciones mediante satélites. Especialmente, las mediciones realizadas en las aguas oceánicas, que representan el 70% de la superficie terrestre, han permitido detectar una tendencia clara de calentamiento en la superficie, con un aumento más acusado de las temperaturas en las últimas décadas.
Después de 1995, once de los doce años con temperaturas más altas han sido registrados, y desde 2001 hasta 2006 se encuentran en los seis primeros puestos. El calentamiento no afecta a todos los lugares de la Tierra de igual manera, e incluso algunos lugares no se ven afectados e incluso se han enfriado durante el siglo XX. Por esta razón, muchos expertos prefieren usar el término cambio climático en lugar de calentamiento global. Sin embargo, si consideramos todas las mediciones locales, se observa un calentamiento global notable y la cantidad de lugares que se están calentando supera a los que se están enfriando.
Los expertos predicen que el fenómeno del calentamiento global continuará a un ritmo nunca antes visto en la historia de nuestro planeta. La magnitud del calentamiento futuro depende de las emisiones de gases de efecto invernadero que se emitan en el futuro. Si las emisiones siguen aumentando significativamente durante el siglo, se espera que el calentamiento global alcance un rango de 2,4 a 6,4 grados centígrados para el año 2100. Por otro lado, si las emisiones crecen lentamente hasta alcanzar un máximo en 2050 y luego disminuyen, se espera que el calentamiento global alcance un rango de 1,1 a 2,9 grados centígrados para el año 2100.
El derretimiento de los glaciares y los polos, así como el aumento de la temperatura del agua en los océanos, conducirían a un incremento en el volumen de agua y, por consiguiente, una subida del nivel del mar, generando inundaciones en las zonas costeras y hasta en islas enteras. Se espera que los patrones de lluvia sufran cambios, con mayor precipitación en las áreas de alta altitud (más cercanas a los polos) y menos en las zonas subtropicales (como el Mediterráneo y el sur de África). Estos cambios en la temperatura y las precipitaciones pueden afectar a los cultivos, alterando la producción de alimentos en algunas partes del mundo.
Las especies animales y vegetales se desplazarán hacia los polos o a elevaciones más altas en busca de climas más frescos, y aquellas que no puedan adaptarse corren el riesgo de extinguirse. El aumento en los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera también contribuye a un incremento en la acidez de los océanos, perjudicando a los ecosistemas marinos. Las ramificaciones de este fenómeno son tan alarmantes que muchos líderes científicos y cada vez más políticos, empresarios y ciudadanos solicitan la cooperación internacional y la toma de medidas inmediatas para combatir el problema.
Medidas para controlar el Calentamiento Global
Se necesitan cambios significativos en la producción de energía, el transporte, la industria, las políticas gubernamentales y los planes de desarrollo a nivel global para abordar el desafío del calentamiento global. Estos cambios no pueden ocurrir de la noche a la mañana y llevarán tiempo. En este momento, la tarea más importante es tomar medidas para controlar las consecuencias inevitables y prevenir futuras consecuencias aún más graves.
La mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, también llamada reducción de gases de efecto invernadero, es una acción necesaria para controlar el calentamiento global. Existen dos estrategias principales para frenar la acumulación de gases de efecto invernadero. Una es disminuir el consumo de combustibles fósiles, lo que disminuirá las emisiones de gases de efecto invernadero. La otra es almacenar el dióxido de carbono fuera de la atmósfera, mediante la captura o el secuestro del carbono.
Captura del Carbono
Existe una forma de evitar que las emisiones de dióxido de carbono lleguen a la atmósfera, y es a través de la conservación y el aumento de la cantidad de árboles. Los árboles, especialmente los más jóvenes y aquellos que crecen rápidamente, tienen la capacidad de absorber grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera y almacenar átomos de carbono en su nueva madera. Sin embargo, los bosques están desapareciendo a un ritmo alarmante en todo el mundo, especialmente en zonas tropicales. En muchos lugares, la reforestación es escasa y la tierra se vuelve infértil o se utiliza para otros fines, como la agricultura o el desarrollo urbano. Además, la tala o quema de árboles libera el carbono almacenado nuevamente en la atmósfera en forma de dióxido de carbono. Por tanto, reducir la velocidad de deforestación y plantar nuevos árboles es fundamental para contrarrestar la acumulación de gases de efecto invernadero.
Nuevas fuentes de energía
Cada año se consume una cantidad creciente de combustibles fósiles en todo el mundo. No obstante, hay un cambio lento en la forma en que se obtiene la energía: los combustibles que emiten altas cantidades de dióxido de carbono se están reemplazando por otros que emiten menos gas. Para lograr una reducción significativa en las emisiones de dióxido de carbono, es necesario cambiar la fuente de energía de los combustibles fósiles. Las centrales nucleares son una alternativa que no produce emisiones de dióxido de carbono, aunque generan controversia debido a preocupaciones sobre seguridad, precaución y el alto costo de eliminación de residuos nucleares.
Se han desarrollado diversas alternativas de energía limpia que no emiten gases de efecto invernadero, como la energía solar, eólica y de hidrógeno. Estas fuentes de energía pueden ser una opción práctica y poco contaminante en lugar del uso de combustibles fósiles. Además, los combustibles obtenidos a partir de plantas, como el biodiesel (producido a partir de aceite vegetal nuevo y usado) y el bioetanol (un aditivo para la gasolina obtenido de las plantas), también pueden ser una alternativa para reducir las emisiones de dióxido de carbono en los vehículos. El coche híbrido eléctrico, que combina un motor eléctrico con uno de gasolina o diésel, emite menos dióxido de carbono que los coches tradicionales.
Acuerdos Internacionales y cooperación mutua
Se requiere de una colaboración a nivel internacional para lograr una disminución de los gases de efecto invernadero. En 1992, en Río de Janeiro, Brasil, se llevó a cabo la primera conferencia internacional sobre este problema. Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, también conocida como la Cumbre de Río o la Cumbre de la Tierra, los países participantes acordaron abordar el problema de los gases de efecto invernadero mediante la firma de la Convención Marco sobre el Cambio Climático. Actualmente, más de 180 países han ratificado la Convención, comprometiéndose a estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que evite una interferencia peligrosa del ser humano en el clima. Esto es necesario para permitir que los ecosistemas se adapten de manera natural al calentamiento global, evitar la puesta en riesgo de la producción de alimentos y asegurar un desarrollo económico sostenible.
El tratado de obligado cumplimiento sobre reducción de las emisiones que acordaron los países en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, se convirtió en realidad en 1997 con el Protocolo de Kioto, acordado por 160 países reunidos en Japón. Este protocolo establece objetivos obligatorios para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los países industrializados que firmaron el acuerdo tienen la obligación de reducir sus emisiones un 5% por debajo de los niveles de 1990. El plazo para lograr esta reducción es antes de 2012 y las medidas para conseguirla deben aplicarse a partir de 2008. Por su parte, los países en desarrollo no tienen la obligación de cumplir estas reducciones. Según las normas establecidas por el Protocolo de Kioto, los países industrializados deben tomar las primeras medidas ya que son los responsables de la mayor parte de las emisiones hasta ahora y tienen más recursos para lograr la reducción.