Dibujos animados, características y concepto

Se le conoce así a la técnica cinematográfica que consiste en producir la ilusión de que los dibujos, muñecos u objetos estáticos en dos dimensiones muestren movimiento propio. En la década de 1930, Disney introdujo un proceso de producción sistematizado para películas animadas que rápidamente se convertiría en el modelo del género.

 
 

Introducción

En primer lugar, un equipo especializado de guionistas y dibujantes, entre ellos el director, desarrollaba el guión; a continuación, se realizaban bosquejos aproximados de las tomas, se grababa la banda sonora y se minutaba. El fotograma de inicio de todos los movimientos relevantes se anotaba en una tabla, en la que también constaba el punto exacto en el que cada sonido comenzaba y acababa.

Dibujos animados

 

Este método era el utilizado por los animadores, que hacían dibujos exactos de la posición de los personajes cuando estaban detenidos (posiciones claves o extremos). Las imágenes intermedias, que proporcionan el movimiento real en la pantalla, las realizaban otros dibujantes en papel; a partir de estos bocetos se filmaba la acción completa fotograma a fotograma para obtener la llamada prueba del lápiz.

Después de proyectar la serie para comprobar la suavidad de la animación y corregir posibles errores, se trazaban los dibujos en hojas de celuloide y se coloreaban por la parte de atrás. Mientras tanto, otros especialistas realizaban los fondos de las diferentes escenas en papel; finalmente, se sujetaban las correspondientes hojas de celuloide y fondos a la mesa de animación y se fotografiaban fotograma a fotograma.

Animación Muda

El origen del cine de animación es anterior al del cine convencional. Se basaba en ilusiones ópticas producidas con aparatos anteriores al cinematógrafo, como el zoótropo o el praxinoscopio de Reynaud. Varios años después de la aparición del cine con imágenes reales, Edwin S. Porter hizo la primera animación de objetos, fotograma a fotograma, para la compañía Edison.

En 1905 hizo How Jones Lost His Roll y The Whole Dam Family and the Dam Dog, en las que los intertítulos estaban hechos con letras recortadas que se movían al azar alrededor de la pantalla hasta colocarse en líneas y en el orden adecuado para componer cada frase. Esta técnica requería la adaptación de la cámara de cine normal, de forma que sólo exponía un fotograma, parándose con el obturador cerrado, en vez de continuar a la velocidad acostumbrada de 16 fotogramas por segundo. La idea la aplicó por vez primera James Stuart Blackton, de la compañía Vitagraph, para hacer una serie de dibujos animados titulada Humorous Phases of Funny Faces (1906).

También durante aquel año, Blackton produjo otra película, A Midwinter Night's Dream, en la que una serie de muñecas parecían moverse al desplazar levemente sus miembros entre fotograma y fotograma, sistema que constituyó el primer ejemplo de la animación de muñecos. Blackton continuó con este tipo de animación en The Haunted Hotel (1907), en la que hacía que objetos modelados en arcilla se transformaran gradualmente en cosas diferentes, cambiando poco a poco su forma entre fotograma y fotograma.

Posteriormente, estas técnicas fueron utilizadas por cineastas europeos como el español Segundo de Chomón y el francés Émile Cohl. Cohl produjo la primera serie de animación trazando dibujos sencillos de figuras humanas esquemáticas que daban saltos y sufrían transformaciones espectaculares. Una de sus películas es Fantasmagoría (1908). En Estados Unidos, el gran artista del cómic Winsor McCay se dedicó al cine de animación. Produjo los primeros dibujos animados detallados y con movimiento natural en la película para Vitagraph, Winsor McCay Draws Little Nemo (1911). Nadie pudo rivalizar con la calidad de la animación de McCay hasta la década de 1930. Suya es la célebre película Gertie el dinosaurio, de 1909.

 

Los sistemas básicos empleados en la animación manual para reducir el gran número de dibujos con el mismo fondo estático que se necesitaban para cubrir 24 fotogramas por segundo se comenzaron a desarrollar en 1914. Consistían en esencia en dibujar las figuras en movimiento en hojas separadas de celuloide, que se superponían sobre un fondo fijo dibujado en papel.

La técnica fue patentada por John Bray y Earl Hurd. Era imprescindible asegurarse de la perfecta colocación de las sucesivas imágenes, lo cual se conseguía fijando los dibujos a través de unos agujeros practicados en las láminas a unos pivotes que sobresalían de la mesa de animación, idea patentada por Charles Barré.

Los animadores más destacados de esta época fueron: Bray, que comenzó la primera serie de dibujos animados estadounidenses en 1913 con Colonel Heeza Liar; Hurd, que produjo las series de Bobby Bumps, las historias mejor construidas hasta la fecha; y Barré, que dirigió una versión animada de la popular tira de cómic de Bud Fisher, Mutt y Jeff. Todos ellos estaban realizados en un blanco y negro bastante rudimentario y con un movimiento inestable, pero en la década de 1920 la técnica mejoró sustancialmente.

Personajes como el popular Félix el Gato, animado por Otto Messmer, aún tenían un movimiento bastante deficiente, pero Max y Dave Fleischer introdujeron elementos más creativos y complejos en su serie Out of the Inkwell. Los Fleischer también inventaron el rotoscopio, un dispositivo para proyectar películas de acción real sobre el papel fotograma a fotograma, de tal modo que la silueta de la figura humana en movimiento proporcionaba una guía para la animación de dibujos. Sus películas también desarrollaron la técnica de mezclar personajes de dibujos animados con seres reales.

La idea de combinar dibujos y acción real fue recogida por Walt Disney. En 1923 dirigió en Hollywood la película Alicia en el país de los dibujos animados en la que se presentaba a una niña real, Alicia, moviéndose en un mundo de dibujos animados. El trabajo del equipo de Disney, dirigido por Walt como editor de relatos y por Ub Iwerks como jefe de animación, se perfeccionó rápidamente. En 1928 alcanzaron un gran éxito con las primeras películas de Mickey Mouse y con la cinta sonora Steamboat Willie (1928). Los estudios Disney se situaron en la primera posición de las productoras de animación, tanto desde el punto de vista artístico como comercial.

Otros países, particularmente el Reino Unido y Francia, también tenían estudios de animación, pero sin gran éxito de público, exceptuando la elaborada animación de muñecos de Wladyslaw Starewicz (La venganza del cámara, 1912) o las animaciones de formas abstractas desarrolladas por Viking Eggeling, Walter Ruttman, Hans Richter y Oskar Fischinger en Alemania durante la década de 1920. En Alemania, Lotte Reiniger produjo el primer largometraje de animación, Las aventuras del príncipe Ahmed (1926), empleando la técnica de personajes de silueta articulada que ella misma había desarrollado desde 1916.

 

La animación en el periodo sonoro

La tendencia en la década de 1930 fue rellenar la pantalla con multitud de movimientos independientes, tanto de los personajes como del fondo, hasta animar todo el dibujo, como sucedía en las producciones de Disney The Old Mill y el largometraje Blancanieves y los siete enanitos. Esto no sólo hizo que se alcanzaran niveles muy altos de calidad en la reproducción del movimiento, sino que supuso la fragmentación de escenas en tomas hechas desde diferentes ángulos, como se había llegado a hacer en el cine real. Así, el nivel técnico de los estudios Disney durante el periodo que va de 1935 a 1945 tardó mucho en ser superado.

Películas clásicas como Fantasía (1941) o Pinocho (1940) son pruebas de esta afirmación. El aumento de los costes de producción durante los años siguientes hizo que Disney redujera la complejidad de su trabajo, aunque el éxito comercial continuara. Los estudios de animación de Hollywood emulaban a los de Disney, pero sus realizaciones eran menos destacadas, con excepción de algunas series de Fleischer, como Betty Boop o Popeye el marino, o las de Tex Avery para la Warner Brothers. A finales de 1940, un nuevo estilo, más moderno y estilizado, que había nacido en el recién inaugurado estudio UPA, formado por John Hubley y otros, adquirió bastante popularidad.

Con los costes de producción en continuo ascenso, la animación al estilo Disney se volvió demasiado cara, y la mayoría de los estudios volvieron gradualmente a un estilo de animación más sobrio, característico del periodo anterior, en el que sólo se movía un personaje en cada categoría y de manera más tosca. Para compensar estas pérdidas en el campo visual, se le dio más peso a la banda sonora, que cada vez estaba más llena de diálogos y risas. La introducción de las máquinas de fotocopiado simplificaron el proceso de producción, abaratando costes, lo que propició una renovación estilística, como se puso de manifiesto en 101 dálmatas (1961).

En el periodo sonoro surgieron una serie de innovaciones en el terreno de la animación de animales, sobre todo en el plano artístico, por parte de artistas independientes como Len Lye del Reino Unido, que en la década de 1930 pintaba directamente en las tiras de celuloide. Esta idea, entre otras, fue desarrollada principalmente por Norman McLaren, que trabajó para la National Film Board de Canadá durante y después de la II Guerra Mundial, organismo patrocinador de una serie de artistas jóvenes que trabajaban con nuevas técnicas y estilos.

 

En los países del Este también hubo una serie de animadores destacados, como Jan Lenica y Walerian Borowczyk en Polonia, que crearon estilos muy personales desde 1950. Lenica realizaba animaciones a partir de restos de viejas películas en las que narra extrañas historias, y Borowczyk empleaba esbozos deliberadamente toscos para mostrar las macabras y grotescas relaciones entre las personas. Los trabajos del ruso Juri Norstein y del checo Jan Svankmajer también tuvieron una gran repercusión internacional.

En la década de 1970, comenzaron a inundar el mercado europeo una serie de producciones realizadas en Japón que supusieron una gran novedad tanto desde el punto de vista técnico como estilístico, con una forma de mostrar el sexo y la violencia totalmente desconocidas hasta el momento en la industria occidental. En 1972 llegó Mazinger Z, una serie protagonizada por robots que inició a los niños en la cultura tecnológica nipona; en 1974 Heidi, un melodrama infantil producido a 12 imágenes por segundo, y en 1988 Akira, una revolución que inundó las pantallas de todo el mundo. También de factura japonesa son La princesa Mononoke (1997) y Pokemon: la película (1999).

Desde la década de 1990, algunas productoras estadounidenses, como Dreamworks, Warner Brothers o la factoría Aardman, iniciaron un proceso de renovación estética y tecnológica en competencia directa con la Disney, que dio resultados como El príncipe de Egipto (1998), El gigante de hierro (1999) o Evasión en la granja (2000). Las productoras europeas tampoco quisieron quedarse atrás; Historia de una gaviota (y del gato que le enseñó a volar) (1998) o El hombre que hacía milagros (2000) son ejemplos de ello.

La Disney, a su vez, intentó rememorar con bastante éxito las excelencias de los años dorados de las décadas de 1930 y 1940 tanto en el terreno tradicional (La sirenita, 1989; Pocahontas, 1995) como en el de la animación por ordenador (Bichos, 1998; Toy Story 2, 1999). En 2000 estrenó Fantasía 2, la continuación del célebre clásico de 1940 que mezclaba música con animación, restaurado y ampliado con la nueva tecnología digital. Siguiendo esta política de recuperación de los clásicos, en 2001, con motivo del centenario de Walt Disney, se restauró el primer largometraje de dibujos animados, Blancanieves y los siete enanitos.

En la actualidad, el futuro de los dibujos animados discurre estrechamente unido a los avances en el campo de las nuevas tecnologías, que permiten crear mundos fantásticos cada vez más apartados de la realidad, como la espectacular Titán A.E. (2000), una película de ciencia-ficción ambientada en un futuro en el que la Tierra ha sido destruida. Este tipo de argumentos, de temática cada vez más adulta, parece ser también una constante en la evolución del cine de animación. En 2001 el director Hironobu Sakaguchi realizó Final fantasy: la fuerza interior, una película creada íntegramente por ordenador y protagonizada por actores virtuales de apariencia humana (vactors) que supuso un hito en la historia de la animación fotorrealista. 

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Kilo tapias peralta Escobar

Soy el fundador de Corporación KRONOZ, divulgador de ciencia, amante de la naturaleza, y fiel creyente del error y superación del ser humano, “El tiempo es solo una mera ilusión, el pasado, el presente y el futuro, existen simultáneamente, como parte de un rompecabezas, sin principio ni final”.

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